SEGUNDO LUGAR DEL CONCURSO DE RELATOS BARRIALES
«Cuatro amigos dos bicicletas» AUTOR: Chechito
Cuatro amigos dos bicicletas, recorriendo desde Negrete por Vivaceta hacia el Sur, pedaleando detrás de las micros 19 y 20 echando carreras por llegar al “barrio elegante”.
Dos amigos pedaleando y dos de pasajeros de pie sobre la parrilla trasera de nuestras bicicletas CIC recién regaladas en la navidad pasada. Los más osados y taquilleros les poníamos patines a las ruedas traseras para parecer más temerarios.
Para nosotros el barrio elegante era Nueva de Matte y sus hermosas plazas verdes y muy bien cuidadas, áreas que por lo demás escaseaban en nuestros barrios de origen. Casas bien cuidadas, pareadas y lo más bello con antejardín, no eran como las de nosotros que abríamos la puerta y ya estábamos en la calle.
Corrían los años 70 y cuatro amigos alucinábamos con Roky I en el cine Libertad , esplendoroso, gigantesco para los ojos de niños para los cuales era toda una odisea viajar en la 20 pidiendo permiso al chofer, ya que con el ahorro de la micro se podían comprar golosinas (guagüitas, pastillas pololeo, calugones, etc).
Era maravilloso acercarse a las rejas del Hipódromo y ver como corrían los caballos que desde afuera parecían volar por la pista de tierra. Los jinetes lucían coloridas camisas y sus corceles lucían su brillante pelaje que el viento se encargaba de hacer bailar por la pista de carreras.
La Plaza Chacabuco era nuestra parada obligada para refrescarnos y capear el calor debajo de sus palmeras que hacían parecer un oasis donde los viajeros infantiles podíamos recuperarnos para iniciar nuestra travesía de regreso. Era curioso ver una bomba de bencina a un costado de la plaza, bomba que al parecer abastecía a gran parte de la población Norte de Santiago.
La tarde se asoma y los pedaleros recorren las afueras del estadio Santa Laura, magnífico, colorido y bullicioso. Poco a poco vamos dejando atrás el barrio elegante y nos vamos rumbo a nuestras casas a pasos de la Municipalidad de Conchalí.
Comuna con casas grandes y espaciosas donde los patios eran el lugar apetecido para narrar las aventuras vividas a la sombra de un parrón tomándose un ulpo para renovar las fuerzas y con la sensación de haber cumplido con los amigos en una tarde de aventuras.
Trascurrieron cuatro décadas y el destino me trajo al barrio del cual soy vecino desde hace 15 años. Los amigos quedaron atrás no obstante los recuerdos de las vacaciones interminables quedarán por siempre en nuestros recuerdos de infancia.